miércoles, junio 22, 2022

¿Poesía indígena o poesía etno-pop?

 

…¿por qué me resulta escabroso tratar el tema de la literatura indígena, en lo particular el de la “flor y canto” (“poesía indígena”)?  Luego de que mi ejercicio introspectivo seguía sin aminorar la inconformidad de los teclazos y más bien iba en aumento. Recurrí al puñado de talleres literarios o actividades afines, que he tomado y lo iba confirmando; por un lado, en ninguno de esos talleres y actividades  estudié con tanto detalle a poetas indígenas, como lo hice con poetas europeos, asiáticos, y uno que otro africano; por el otro, las poquísimas veces que se tocó ese “tema” lo hicimos como con pinzas. Resultó difícil que en las listas  de mi experiencia literaria la “poesía indígena” apareciera. Lo poco que he leído, lo leí por mi cuenta.

            Si la “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl), la poesía originaria “nahua” -poesía indígena-, son parte esencial de las comunidades así catalogadas, es porque “flor y canto” implican la esencia de las culturas primigenias. Quizá también por ahí está el problema,  en tanto “Culturas” nucleadas en nichos ecológicos en dramática transformación. 

             Se sabe que la lengua permanece mientra sus elementos se van resemantizando. Esto no ocurre con los “elementos” que conforman las distintas geografías de nuestros ancestros y de las cuales abreva, nombran o señalan las  metáforas sinónimo de “flor y canto”. En ese ejercicio los ciclos, son lo permanente y  las palabras que las nombran, en cierta manera, eternas. L@s literat@s de raíz indígena que utilizan neologismos intraducibles (“asfalto”, “Dakar”, “Caja negra”, “danzón”, “flor de mayo”) se estarían alejando de la “flor y canto”, acercándose  a los “cantos”/sonidos digitales y luces de navidad. Ejercicio y producto seguramente poético que fácilmente podría ubicarse en el terreno de la poesía experimental occidental,   “poesía etno-cultural indígena”  (Sudamerica),  difícil que se alojara en el lugar de  aquellos cantares primigenios/indígenas.

            Mucha de esa nueva poesía de “raíz  indígena, se torna poesía “étnica” –en tanto confluencia de migraciones-, alejando su esencia  primigenia (indígena).

            En este tipo de poesía “etno” el yo poético se nos muestra, a caso revela, maravillado o como sorprendido  ante la novedad social/tecnológica. No se anuncia alguna revelación trascendental que explique/muestre/describa el/su mundo. Por más cotidiano el tema en la poesía indígena mantiene la “flor” (a merced de la luna/pienso en ti: Juan g. Regino). Se observa que en la “poesía étnica indígena” (Sudamérica) contemporánea el lenguaje originario pasa a ser una opción, pretexto, el medio idóneo, entre otros, para manifestar su oficio, y no una necesidad o acto inexorable como lo “procesos” que tratan los tlamatinime.

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Carlos Monsiváis dijo acerca de la vanguardia poética mexicana, que sólo sirve para llenar un espacio dentro de la historia literaria, algo similar menciona H. Ak´abal sobre cierto tipo de “poesía indígena” que sirve de pretexto folclórico, o como farandulería de las industrias culturales.

            Echemos una ojeada a los programas de gobierno y ong´s existentes que fomentan el ejercicio de la “literatura/poesía indígena”, pareciera que a través de infinidad de proyectos oficiales o no oficiales, se está recuperando, promoviendo, resguardando la “flor y canto”, ¿es así? ¿Esos programas realmente están recuperando la poesía ancestral?

            Las estadísticas oficiales sobre los gastos y producción  de “poesía indígena”  nos dejarán perplejos, por las “grande$” cantidade$ que $e de$tinan. Lo mismo provocarían los datos de las antologías de “poesía indígena”y ediciones individuales, donde la “flor y canto” a penas o de plano, no se notan. Las “bondades” de nuestro sistema político/social no sólo promueven, impulsan, un estereotipo de “intelectual indígena”[1];  por suerte, también se han recuperado y promueven arquetipos - tlamatinime – (Briseida Cuevas, Gerardo Can Pat,  Víctor de la Cruz).

            Si nos sumergimos en el mundo de la poesía indígena, la cual a su vez se confunde con las implicaciones de la expresión escritora-or en “lengua indígena”, veremos que la gran diferencia entre poesía no indígena e indígena de la actualidad, no se encuentra en sus temáticas, preocupaciones o formatos (métricas, ritmos y otras estructuras literarias). Se aleja de la FLOR, dándole primacía al CANTO. En ese proceso de escisión el mensaje se ofrece melodioso sí, aunque  vacío, mejor aún: hueco, ya que ALGO se pierde en la traducción  que premia  un “elemento” sobre el otro. O, en el mejor de los casos, se percibe una “poesía del lenguaje”, que predispone estados de bienestar o placer, soslayando las ideas.

            La historia nos brinda panópticas, por lo que podemos colegir  que tal situación  poética está relacionada con la destrucción del nicho ecológico y menos con la formación académica, espiritual del/la tlamatinime  o  poesía per sé; si bien el/la poeta que se concibe como tal (“poeta indígena”) podría, en un “regaderazo de conciencia”, replantear su oficio o quehacer literario. Podríamos esperar otros 52 años, pues en tanto la “poesía indígena” –igual que toda poesía- no es parte del genoma de la persona (quizá halla algo raro en su bioquimia, nada que revele que tal situación de desajuste hormonal o celular tenga que ver con su poesía).  Destruido el nicho, el entorno; transformadas las cosmogonías y geografías donde la “flor y canto” deslumbraron el espíritu de los ancestros, ¿qué otra literatura podríamos encontrar? Una literatura ya no tan indígena.

            Lo cierto es que hoy día la poesía/literatura “indígena mexicana” recibe becas  y  estímulos como cualquier otra categoría literaria y está catalogada en las poéticas contemporáneas. En un rubro o apartado específico (“Letras en lenguas indígenas”), pero dentro de lo que conocemos como “bellas artes”. ¿Por qué entonces no pasar este tipo de poesía  por un rasero más o menos similar –guardando las correspondencias y relaciones-  al de las otras categorías poéticas/literarias? 

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¿Qué es la “poesía indígena”?  Apartemos un poco las respuestas relacionadas con el dicho de Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jaime Sabines, Revueltas, Carlos Montemayor, Victor de la Cruz, Humberto Ak´abal  y centrémonos en los  frailes o indígenas remisos, principalmente en su “vocero/curador” don Miguel León Portilla, pues son quienes mejor traducen lo que en el mundo occidental llamamos poesía.

            La “flor y canto” son voces (cantares) dirigidas a sus dioses, a la naturaleza, la muerte y otras existencialidades. Si las maneras en que los ancestros se dirigen o dirigieron a ellos y a la naturaleza han encontrado tales cumbres a través del lenguaje ("¿Acaso de verdad se vive en la tierra?, No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí", proponían los nahuas hace miles de años) no es propiamente por una búsqueda o estilística literaria, quizá en función  de una “estilística” cosmogónica o psicológica.   También sería demasiado romántico y bizarro tomar por raseros a los “15 poetas del mundo Azteca”, que ha propuesto el dr. León Potilla, para aproximarnos de manera más tranquila a la realidad poética contemporánea indígena, relacionada con ese tipo de poesía originaria.         Empero, sí acudiremos a otro libro  con poéticas más actuales. También compilado por don León Portilla, titulado: “antigua y Nueva palabra” - de  900 páginas-, donde se incluyen “poetas indígenas”  del siglo XXI cuya lírica está mas cercana a la tradición  de la “flor y canto” y se aleja del  deslumbramiento citadino o del folclor cosificante de la posmodernidad.

            Toda poesía  creada por el tlamatinime (sabio/filósofo/poeta) guarda/muestra elementos o recursos literarios que da como resultado una poética ecológica aún en la muerte, donde la “flor y canto” premian. Pero sobre todo porque a través de esos cantos, dice León Portilla: “se ingeniaron  para preservar lo que más estimaban: su tradición ancestral, sus valores morales y su lengua” (la Jornada, 2005).

            Sabemos que tampoco se le llamó “flor y canto” (y luego poesía indígena) por que está escrita en alguna lengua precolombina (de esto ya se ha quejado más recientemente Humberto Ak´abal), ni por que tengan una  métrica y rima particular –si es que se les  puede llamar así-,  en cambio sí por que en los cantares (“versos”) se muestra el alto (complejo, sofisticado, “estético”, artístico.) desarrollo intelectual que alcanzó el Hombre precolombino en el intento por comprender e interpretar y acceder a la “naturaleza” que lo rodea, con la que ser relaciona.

            Quizá en los intentos por adecuar o distinguir  un acto creativo primigenio/originario de otros más contemporáneos, los sudamericanos han  entrado a la palestra  “clasificatoria” al distinguir tipos de poesía que se desprenderían de la que en México sólo conocemos como “poesía indígena”, “poesía en lengua indígena”.

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El frágil pero bien estructurado equilibrio (los ciclos)  que amalgama las comunidades indígenas a  través de los siglos y milenios, está en función de la permanencia (homeostásis) de la naturaleza que los rodea, los cambios acelerados en el último siglo, ciertamente transformaron las distintas dinámicas de esos pueblos, grupos o comunidades. La migración generó adaptaciones, que evidencian transformación en la cosmovisión o cosmogonía indígena  actual, pero no una asimilación positiva de las nuevas experiencias.

            Desde los primeros años (50´-60´) en que se continuó la hegemonía mundial (imperialismo intelectual) a través del Programa de las Naciones Unidas  para el Desarrollo (PNUD), los países se volcaron en un aparente reconocimiento de los pueblos, comunidades indígenas.  Lo cual incluye la recuperación de su lengua –docentes con lengua nativa-, medicina y más recientemente sus atavíos, música, danza. Me tocó saber, de primera mano, sobre docentes maestras que no pudieron dar clases en universidades “indigenistas” por tener la piel más blanca, por no hablar alguna lengua. Tal actitud ayuda a la permanencia de  tal o cual grupo indígena o etnia, también de esa forma el nicho ecológico se mantiene y, en cierta medida, se reestablece el tejido espiritual/psicológico de esas comunidades, aunque no son las mejores formas.

            Consideremos, sin embargo, que no todos los integrantes de esas comunidades indígenas pueden o desean resguardar sus tradiciones, recordemos a los migrantes que  requieren otras formas y medios de comunicación social, el lenguaje materno ya no le es suficiente. Principalmente todo los hijos de éstos migrantes hablan más o prefieren el español.  A estos nuevos vecinos ocasionales se les mira/trata distinto, y por supuesto se les nombra de otras maneras, generalmente peyorativas. En algunas comunidades  de Puebla, Oaxaca o Chiapas las mujeres no pueden casarse con hombres que no sean de alguna etnia vecina, de preferencia de su propia comunidad. Todos estos cambios se ven reflejados en la literatura indígena.

            Los cambios se evidencian en la “poesía indígena”, sobre todo en la poética de los nacidos en los 60´, que a la par se ha convertido en una poesía de la migración[2], del movimiento sí, aunque  forzado y violentado en cantidades industriales tanto que una sola palabra ya no es suficiente y  se populariza  al “inmigrante” o “emigrante”. Se evidencia una poética del sujeto Tele-adolorido. Hiper-melancólico pero por los aviones, autobuses y hasta patinetas. Esas mismas “experiencias o temáticas” podemos encontrar en la “flor y canto”,  con olor/ritmos ancestrales, de inciensos  pero siempre existencial  (“te pareces al revolotear de las aves buscando cielo”). En cambio cuando se introducen “neologismos” siguen siendo cantos –quizá-, si queremos llamarlos así,  pero más derivados de la comida chatarra o los media y luces neón que de la in sochitl, in cuicatl.

            Lo que vemos en la poesía contemporánea nombrada “indígena” son cantos producto de la “cultura pop” llena de flores plásticas y sonidos estereofónicos. Nada que ver con las “Flores y cantos”, respuesta que habría recibido Tecayehuatzin –señor de Huexotzinco- al preguntar (aquí podemos ocupar la expresión como afirmación): "¿Es esto lo único verdadero sobre la tierra?". "al son del caracol/cantar a la fecundidad":  Luz Aurora Chinlle Vacacela (indígena contemporánea, Ecuador)

            Los textos poéticos contemporáneos en lengua indígena  están encaminados al texto de denuncia, reinvindicar relaciones con sus parientes étnicos, las “maravillas” –positivas o negativas- citadinas, etc., quedando a la vera  aquellos elementos primigenios. (“y se sueña en una calle de Dakar /teje’ myabaxäbya’ Dakar’pä kubgu’y”…. “ y sabe que Mahoma no le perdonará”, Mikea Sánchez.).

            Las distinciones que se hacen en A. del Sur  a ésta clase de poesía/literatura, se alejan del “mote” de lo puramente “indígena”, y no por eso dejan su estatus de indígena. Para nombrar su nueva personalidad y realidad los integrantes de estas tendencias poéticas o movimientos literarios, de América del Sur, retoman elementos de la antropología social, invirtiendo el rol, pasan de ser los observados a quienes observan. Además, dejan la mirada “ingenua” (orgánica) propia de nuestros tlamatinime, retomando la crítica académica, con elementos de la escuela de Frankfurt.

            Quizá en ese intento por esclarecer y establecer su nueva situación/realidad los neologismos que esos grupos literarios utilizan hacen más “efectiva”, diáfana u “honestas” esas nuevas poéticas del sur que podemos encontrar bajo las siguientes expresiones: “poesía etn-ocultural”, “poesía etno-cultural indígena”, “poesía etno-cultural colonial”, etc.

            En México,  es difícil encontrar indicios sobre algún tipo de discusión relacionada con la “poesía indígena” más allá de los lugares súper-especializados. Aún las revistas “especializadas” en “poesía indígena” no se percibe/lee rasgo alguno de autoanálisis, ya no digamos autocrítica. Un ejemplo actual fue la revista Iguana Azul, la cual dedicó algunos números específicamente al tema de la poesía indígena, amen de que en cada número destinaron un espacio a esa categoría poética, sin embargo en ninguno de los números encontramos el texto donde se analice o ponga en algún juicio el quehacer del escritor o poeta indígena. Algo si queda claro en un texto de Iguana Azul, escrito por zapoteco Macario Matus (“Los retos de la literatura indígena o los restos de la literatura indígena”, núm. 5, 2008), que la literatura indígena sólo se ha de salvar si se guarda o prevalece lo que ya desde tiempos ancestrales se ha cuidado; dice Matus: “…conocía, a través de los sabios, la riqueza natural, pluvial y marina... Los zapotecas, apoyados por la agreste zona, el amor a sus dioses defensores de su autonomía para gobernarse a través de su propia nobleza y sus gobernados… y remata “Continuamos relatando lo que fuimos, somos y seremos”. En el texto no se deja en claro la posición de La poesía, sino del devenir de las comunidades indígenas y la necesidad de resguardar lo propio/originario.

            En nuestro país, y en otros de América del Sur, existen infinidad de poetas que recuperan, establecen o continúan los diálogos comunitarios (en su comunidad),  a través de otros formatos, leguajes y palabras, pero su quehacer está mas cercano a la Escuela de Bellas Artes o la Facultad de Filosofía, por lo que impregnada de un nuevo positivismo (hablamos del curriculum) su quehacer está claramente identificado  y se nombra “arte” y bajo ese eslogan  se promueve y es comprado, vendido o subvencionado como todo arte contemporáneo, que en gran parte resulta “arte pop”.

            Este tipo de poesía y/o literatura, al no estar  originadas o motivadas en la “flor y canto”, siguen el devenir posmoderno, es decir un  ejercicio u oficio poético desde la “polis”  y la “etnia”, y menos del pueblo o comunalidad, por más que se viva en una comunidad no urbana. Los distintos elementos o  componentes de la poesía que se hace llamar “poesía indígena” guardan cercanía  a los elementos de la “cultura pop” y se alejan de algún nicho ecológico a la que toda poesía indígena está nucleada.

            En tanto la poesía de muchos, gran parte, escritores en lengua indígena contienen esos 2 elementos (etno y pop), bien podría llamársele poesía “etno-pop” y dejar aquella acepción, “poesía indígena”, para los “versos y sonidos” que están relacionados a la “flor y canto” ancestral.

            ¿Podríamos aceptar que, como el glifo prehispánico, las palabras que componen el “verso” indígena primigenio están plagadas de efectos y elementos sígnicos, ecos polisemias, que guardan más relación con aspectos místicos, cotidianos aunque “trascendentales”, eventos o fenómenos naturales como maravillosos,  lo contrario de poesía etno-pop?

            Otr@s  escritor@s que podemos considerar poetas “etno-pop”: a Mikeas Sánchez, Irma Pineda, Rocío González, Mardonio Carballo, Natalia Toledo.

            Otr@s poetas que guardan la tradición tlamatinime: Natalio Hernández, Enriqueta Lunez, Celerina Sánchez, Juan Gregorio Regino.



[1] ¿“Intelectual orgánico”, quizá?

[2] Por no mencionar la poesía pos-revolucionaria que estaba encaminada a la reconstrucción de la patria, me acompañan a un recorrido a la poesía escolar: Niños Héroes, Miguel HIidalgo, etc. ¿Cómo que no se antoja, verdad?