miércoles, junio 22, 2022

polvo

 

Las expresiones Pregúntale al polvo [1], estamos hechos de polvo y por eso al polvo volveremos [2], se acercan al oximorón o a un planteamiento existencial/ontológico y, aunque son expresiones de segundo grado, su tema principal, el polvo, es también un concepto de primer grado, en tanto corresponde a la Física o matemáticas dar cuenta de los enunciados del tipo: “polvo cósmico”, “polvo de estrellas”.

                Empero, con el riesgo de parecer retrotópicos, anticipemos un par de preguntas que van acorde al deseo cárnico/visceral de Bukowsky cuando prologa el libro ya citado de John Fante: ¿Por qué polvo es una palabra/concepto o metáfora tan celestial como anodina, o más cercana al ganado porcino que a la asepsia doméstica?

                La importancia que Bukowsky da a lo cárnico/visceral (actitud retrotópica), estribaría en que, en lo cotidiano, todo aquello relacionado con los humores corporales, las emociones primarias y las economías de monedero, es tan soslayado o epitelial en las novelas literarias que hacen ver artificiales la trama y los personajes.

                Ahora bien, para analizar el por qué adquiere esas alegorías la palabra polvo necesitaríamos más hojas de las que hoy contamos, por lo pronto, quedémonos con el cómo se utiliza la palabra polvo en la escritura ya que, en cierta forma, lo que la literatura nos comparte es reflejo de lo cotidiano.

                Entonces, ¿podemos encaminar, ¿reducir?, este texto sobre el polvo hacia lo demasiado humano? Puede ser que semejantes intenciones esbocen un principio de soberbia/narcisismo, se dice narcisismo o soberbia porque ahondar este punto iría en función de la frase “curarse en salud”; y es que, ¿acaso no algunos aspectos de la palabra polvo, incluso su etimología, están relacionados con esas parcelas humanas que Bukowsky acerca a un mix de humor y sentimientos?

                Esos aspectos humanos, el mix de humor y sentimiento, son inmanentes a la palabra polvo no tanto en su sentido etimológico, sino en las posibilidades o direcciones semánticas que su “definición histórica” posibilita, y de la cual podemos decir que al establecer un puente o cercanía con la esfera existencial, emocional o psicológica, dicha palabra adquirió un matiz mucho más complejo, profundo, abarcador y determinante en la vida cotidiana.

                Prueba de que esos elementos viscerales, cotidianos (demasiado humanos), concomitan a nuestra palabra es que el éxito del libro escrito por John Fante no solo se lo debe a la trama. Tal importancia o precisión se predispuso desde el título mismo donde “polvo” resulta una bofetada a los adormecidos procesos cognitivos que bamboleantes reciben con entusiasmo las historias narradas en el texto. Polvo, el peso de la palabra polvo, otorga a la expresión “pregúntale al…” ese hálito existencial que ha posicionado el libro en la preferencia de los lectores. Un texto que, por otro lado, directamente nada tiene que ver con el polvo. Fante reconoce esta estratagema, o efecto literario, cuando escribe de manera indirecta, ya como el personaje de su novela: tampoco trataba sobre ningún perro…, insinuando, quizás: “tampoco trataba sobre el polvo”.

                Podemos aventurar que lo mismo ocurre con los libros Banderas en el polvo e Intruso en el polvo de William Fulkner, o con la obra plástica Zapatos de polvo de diamante de Andy Warhol. Novelas y plástica en donde el hilo existencial, lo cárnico/visceral, de la palabra polvo/polvoriento es más evidente que el brillo, la opacidad o el matiz grisáceo que la impronta que las partículas dejan en donde se asientan. Estamos en dirección de apreciar el polvo como una biblioteca sígnica más que como una mancha en la pared o los minúsculos residuos encima de los muebles que

ensucian nuestra ropa. Es sugerente que una pregunta aparentemente mentecata nos aproxime a polvo como el epítome de un superlativo.

                Polvo resulta un compendio rizomático en tanto la infinidad de direcciones que tienden a tomar sus significados llevan esa palabra a un nivel inesperadamente abarcador, oceánico. Los ejemplos extraídos del uso cotidiano lo confirman. Si no fuera suficiente, podemos verificar su uso dentro de la llamada alta cultura y veremos que su efectividad, de igual manera, es contundente. No demerita su polisemia en sendos estratos del pensamiento.

Polvos mágicos. Polvorear la nariz. No le vieron ni el polvo. Te voy a hacer polvo. Guardapolvo. La banda del Polvo (pandilla callejera que conformó mitos urbanos en la ciudad de Oaxaca durante la década de 1980). El último polvo. Polvorones. Polvorín. Estaba hecho polvo. Los juramentos escritos en el polvo. Leche en polvo. Polvos orodíferos para la cara. Apestaban a polvo enmohecido. Polvo de millones de siglos. Nada se toma en serio en la vida humana: el polvo no merece la pena. Un grano de polvo en la infinidad del universo. Polvorienta palabra. Solo quedó polvo y cenizas. Nieve que cae como polvo. Polvo dormido. Risas polvorosas.

                Si quisiéramos preguntar por el sentido original de expresiones de la lista anterior tendríamos que recurrir a Sigmund Freud, Slavoj Zizek, Artur Schopenhauer, Raimond Chandler, Patrik Süskind, Oliverio Girondo, Allen Guinsberg, Albert Camus, H.P Lovecraft, Jackes Lacan, Agota Kristof, Andy Warhol, Octavio Paz, J. Borges, Agatha Cristie, quienes han llevado el polvo a esferas sublimes, complejas o mundanas, pero eso hoy no es posible en tanto la mayoría de los escritores mencionados ya son parte del polvo que nos rodea.

                En otras áreas, sea lo psicológico, filosófico o poético, la palabra polvo se comporta como en la vida cotidiana. Su versatilidad nos permite encontrarlo por todos lados, sin importar la cualidad, características o posición del usurero que emplea tal palabra como mejor conviene a su necesidad expresiva, sea como elemento emocional, situacional, histórico o identitario. Por eso mismo podemos decir que esta palabra no asume ser encasillada en una condición bowleana en donde a o b son las únicas opciones.

                En la literatura parte de los escritores de narrativa o ensayo prefieren utilizar polvo en su acepción más directa o cotidiana, como sinónimo de suciedad, viejo, monótono, pesadez, opacidad, inmovilidad. Son los poetas, juglares o filósofos quienes en muchas ocasiones le otorgan a polvo el vitalismo que hoy le implicamos. De tantas maneras distintas es empleada la palabra polvo que faltaría espacio en este texto para enlistar las posibilidades que ofrece a los escritores y que sin embargo siempre encuentran la manera de sacarla de la monotonía natural en que se encuentra, en tanto una de las condiciones de esta palabra es, precisamente, la de estancamiento.

                Si polvo es trabajado a manera de elemento emocional también muestra las posibilidades que su capacidad plástica ofrece. Como recurso emocional la palabra polvo se muestra en todo su esplendor y presta a dejarse llevar hasta sus últimas consecuencias, hasta donde la creatividad del escritor o escritora permita. También no todas/todos los creativos literarios llegan a emparentarla con lo psicológico. Es más común que se encabalguen a su aspecto emocional aspectos psicológicos, de tal suerte que éstos no se vean solo subordinados, al ser empleada por poetas y filósofos, recurso psicológico que tampoco en los escritores de prosa es común.

                Más aún, como elemento psicológico el polvo, y la palabra polvo, no es abordado de manera directa en casi todos los textos que revisé. Ante esta situación, nosotros podemos colegir que el polvo puede estar relacionado con la obsesión, el narcisismo, lo anal, la angustia, la depresión, la melancolía, lo ilusorio, la acumulación, lo aprehensivo, con paranoias, lo oscuro, la muerte, el olvido; pero también con el sentido de pertenencia y deseo de trascendencia, perpetuidad, el apego.

                El polvo como elemento del eros y tánatos es más usual de lo que podemos pensar, aunque tales relaciones no son tan conscientes, como tampoco lo son nuestros deseos ero-

tanáticos. Octavio Paz en El laberinto de la soledad, haciendo alusión a Villaurrutia dice todos somos polvo y vamos al polvo, y en ese sentido remataría Sigmund Freud siguiendo la misma sentencia que Paz y que hemos leído en la primera línea de este texto: por lo que, una vez nacido: debes a la naturaleza una muerte. Paz y Freud darían por descontado la relación ero-tanatica de nuestra palabra.

                Polvo, además de ser alegoría de principio, también lo es de fin, no solo en sentido psicológico, ya tratado, aunque su sentido vas más allá cuando es llevado a la esfera ontológica (venimos de una partícula de polvo –vida-, característica unitaria; y volvemos a ser partículas de polvo –muerte-, característica vinculante), que nos permite tener la esperanza de, finalmente, estar en comunión con el polvo cósmico, uno solo con el Ser universal. A su vez, en el terreno material y cotidiano con el deseo colectivo, generalizable, massmediatizado de chocarrera o fatua trascendencia.

                Y es que el polvo, en todo caso, es lo que siempre quedará de nosotros, estará ahí en la eternidad como única huella de nuestra existencia y esa forma de pensar rubrica nuestra perpetuidad, por más que sea polvo en lo que nos convertiremos. Aunque esta forma de pensar resulte una especie de espejismo mágico, si recordamos lo ocurrido con budas gigantes de piedra pulverizados por los talibanes años atrás. Lo que finalmente veíamos, a través de los media, era una nube de polvo y escombros en vez de las bellezas milenarias, y es que también las imágenes divinas se convierten en polvo. Si las imágenes divinas pueden acceder a este final, ¿qué podemos esperar de nuestra polvorienta huella dejada luego de que los huesos se pulvericen al paso de los años? Aunque tal suposición puede catalogarse de arrogante, en realidad es una mera esperanza chabacana, y efectiva, para disminuir la sensación, real, que el nihilismo posmoderno se esfuerza, vía el ultramaterialismo desbordado, en arrojarnos (si recordamos que ya hay cápsulas en el espacio sideral donde descansan, o flotan, los polvos-restos- de lo que alguna vez fuimos).

                La palabra polvo, como una fórmula emocional-psicològica, utilizada por los poetas, rápsodas, juglares y filósofos, nos puede conmover a raudales (fiesta en Dakar, de Oliverio Girondo, por ejemplo). La manera en que es empleada por Zizek, Schopenhauer, Paz, Slöterdijk, llega a ser de una agudeza reveladora, logrando alumbrar el camino que nos indican esos escritores en la densidad de sus ideas. En ellos el polvo funciona como un faro en medio de la oscuridad o profundidades del alma humana a la que se aproximan, más que una cortina que al envolver la idea la obnubilase.

                Pero a su vez, las posibilidades que nos ofrece la palabra polvo pueden darse de manera más fluida y carnal, o natural. Por ejemplo, el grupo musical venezolano Caramelos de cianuro interpreta un tema musical titulado el último polvo que, relacionada con una anécdota aportada por Sigmund Freud en su obra La interpretación de los sueños, de menos, legitima la proporción otorgada a nuestra palabra en este texto.

                Cuenta Freud que un paciente que tenía el cutis un tanto sensible empleaba, aun cuando su esposa explotaba si éste lo hacía, una de sus brochas para polvos cosméticos al momento de afeitarse. En una época en que la pareja pasaba por dificultades de tipo sexual-genital, al grado de la abstinencia -en tanto la esposa suponía que su cuerpo se estropeaba con el juego genital-, la esposa descubrió a su esposo haciendo uso de su brocha cosmética y le espetó … Ya vuelves a empolvarme con tu brocha, y como es costumbre en Viena decir echar polvos por coito, durante el instante del reclamo ambos cayeron en cuenta de tales implicaciones lúbricas de la frase o lapsus, por lo que en vez de generarse una situación de pleito o violencia, los consortes quedaron agraciados.

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1 La expresión resulta el libro: Pregúntale al polvo, de John Fante

2 Tomado de La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud

 

¿Poesía indígena o poesía etno-pop?

 

…¿por qué me resulta escabroso tratar el tema de la literatura indígena, en lo particular el de la “flor y canto” (“poesía indígena”)?  Luego de que mi ejercicio introspectivo seguía sin aminorar la inconformidad de los teclazos y más bien iba en aumento. Recurrí al puñado de talleres literarios o actividades afines, que he tomado y lo iba confirmando; por un lado, en ninguno de esos talleres y actividades  estudié con tanto detalle a poetas indígenas, como lo hice con poetas europeos, asiáticos, y uno que otro africano; por el otro, las poquísimas veces que se tocó ese “tema” lo hicimos como con pinzas. Resultó difícil que en las listas  de mi experiencia literaria la “poesía indígena” apareciera. Lo poco que he leído, lo leí por mi cuenta.

            Si la “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl), la poesía originaria “nahua” -poesía indígena-, son parte esencial de las comunidades así catalogadas, es porque “flor y canto” implican la esencia de las culturas primigenias. Quizá también por ahí está el problema,  en tanto “Culturas” nucleadas en nichos ecológicos en dramática transformación. 

             Se sabe que la lengua permanece mientra sus elementos se van resemantizando. Esto no ocurre con los “elementos” que conforman las distintas geografías de nuestros ancestros y de las cuales abreva, nombran o señalan las  metáforas sinónimo de “flor y canto”. En ese ejercicio los ciclos, son lo permanente y  las palabras que las nombran, en cierta manera, eternas. L@s literat@s de raíz indígena que utilizan neologismos intraducibles (“asfalto”, “Dakar”, “Caja negra”, “danzón”, “flor de mayo”) se estarían alejando de la “flor y canto”, acercándose  a los “cantos”/sonidos digitales y luces de navidad. Ejercicio y producto seguramente poético que fácilmente podría ubicarse en el terreno de la poesía experimental occidental,   “poesía etno-cultural indígena”  (Sudamerica),  difícil que se alojara en el lugar de  aquellos cantares primigenios/indígenas.

            Mucha de esa nueva poesía de “raíz  indígena, se torna poesía “étnica” –en tanto confluencia de migraciones-, alejando su esencia  primigenia (indígena).

            En este tipo de poesía “etno” el yo poético se nos muestra, a caso revela, maravillado o como sorprendido  ante la novedad social/tecnológica. No se anuncia alguna revelación trascendental que explique/muestre/describa el/su mundo. Por más cotidiano el tema en la poesía indígena mantiene la “flor” (a merced de la luna/pienso en ti: Juan g. Regino). Se observa que en la “poesía étnica indígena” (Sudamérica) contemporánea el lenguaje originario pasa a ser una opción, pretexto, el medio idóneo, entre otros, para manifestar su oficio, y no una necesidad o acto inexorable como lo “procesos” que tratan los tlamatinime.

 1

Carlos Monsiváis dijo acerca de la vanguardia poética mexicana, que sólo sirve para llenar un espacio dentro de la historia literaria, algo similar menciona H. Ak´abal sobre cierto tipo de “poesía indígena” que sirve de pretexto folclórico, o como farandulería de las industrias culturales.

            Echemos una ojeada a los programas de gobierno y ong´s existentes que fomentan el ejercicio de la “literatura/poesía indígena”, pareciera que a través de infinidad de proyectos oficiales o no oficiales, se está recuperando, promoviendo, resguardando la “flor y canto”, ¿es así? ¿Esos programas realmente están recuperando la poesía ancestral?

            Las estadísticas oficiales sobre los gastos y producción  de “poesía indígena”  nos dejarán perplejos, por las “grande$” cantidade$ que $e de$tinan. Lo mismo provocarían los datos de las antologías de “poesía indígena”y ediciones individuales, donde la “flor y canto” a penas o de plano, no se notan. Las “bondades” de nuestro sistema político/social no sólo promueven, impulsan, un estereotipo de “intelectual indígena”[1];  por suerte, también se han recuperado y promueven arquetipos - tlamatinime – (Briseida Cuevas, Gerardo Can Pat,  Víctor de la Cruz).

            Si nos sumergimos en el mundo de la poesía indígena, la cual a su vez se confunde con las implicaciones de la expresión escritora-or en “lengua indígena”, veremos que la gran diferencia entre poesía no indígena e indígena de la actualidad, no se encuentra en sus temáticas, preocupaciones o formatos (métricas, ritmos y otras estructuras literarias). Se aleja de la FLOR, dándole primacía al CANTO. En ese proceso de escisión el mensaje se ofrece melodioso sí, aunque  vacío, mejor aún: hueco, ya que ALGO se pierde en la traducción  que premia  un “elemento” sobre el otro. O, en el mejor de los casos, se percibe una “poesía del lenguaje”, que predispone estados de bienestar o placer, soslayando las ideas.

            La historia nos brinda panópticas, por lo que podemos colegir  que tal situación  poética está relacionada con la destrucción del nicho ecológico y menos con la formación académica, espiritual del/la tlamatinime  o  poesía per sé; si bien el/la poeta que se concibe como tal (“poeta indígena”) podría, en un “regaderazo de conciencia”, replantear su oficio o quehacer literario. Podríamos esperar otros 52 años, pues en tanto la “poesía indígena” –igual que toda poesía- no es parte del genoma de la persona (quizá halla algo raro en su bioquimia, nada que revele que tal situación de desajuste hormonal o celular tenga que ver con su poesía).  Destruido el nicho, el entorno; transformadas las cosmogonías y geografías donde la “flor y canto” deslumbraron el espíritu de los ancestros, ¿qué otra literatura podríamos encontrar? Una literatura ya no tan indígena.

            Lo cierto es que hoy día la poesía/literatura “indígena mexicana” recibe becas  y  estímulos como cualquier otra categoría literaria y está catalogada en las poéticas contemporáneas. En un rubro o apartado específico (“Letras en lenguas indígenas”), pero dentro de lo que conocemos como “bellas artes”. ¿Por qué entonces no pasar este tipo de poesía  por un rasero más o menos similar –guardando las correspondencias y relaciones-  al de las otras categorías poéticas/literarias? 

 2

¿Qué es la “poesía indígena”?  Apartemos un poco las respuestas relacionadas con el dicho de Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jaime Sabines, Revueltas, Carlos Montemayor, Victor de la Cruz, Humberto Ak´abal  y centrémonos en los  frailes o indígenas remisos, principalmente en su “vocero/curador” don Miguel León Portilla, pues son quienes mejor traducen lo que en el mundo occidental llamamos poesía.

            La “flor y canto” son voces (cantares) dirigidas a sus dioses, a la naturaleza, la muerte y otras existencialidades. Si las maneras en que los ancestros se dirigen o dirigieron a ellos y a la naturaleza han encontrado tales cumbres a través del lenguaje ("¿Acaso de verdad se vive en la tierra?, No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí", proponían los nahuas hace miles de años) no es propiamente por una búsqueda o estilística literaria, quizá en función  de una “estilística” cosmogónica o psicológica.   También sería demasiado romántico y bizarro tomar por raseros a los “15 poetas del mundo Azteca”, que ha propuesto el dr. León Potilla, para aproximarnos de manera más tranquila a la realidad poética contemporánea indígena, relacionada con ese tipo de poesía originaria.         Empero, sí acudiremos a otro libro  con poéticas más actuales. También compilado por don León Portilla, titulado: “antigua y Nueva palabra” - de  900 páginas-, donde se incluyen “poetas indígenas”  del siglo XXI cuya lírica está mas cercana a la tradición  de la “flor y canto” y se aleja del  deslumbramiento citadino o del folclor cosificante de la posmodernidad.

            Toda poesía  creada por el tlamatinime (sabio/filósofo/poeta) guarda/muestra elementos o recursos literarios que da como resultado una poética ecológica aún en la muerte, donde la “flor y canto” premian. Pero sobre todo porque a través de esos cantos, dice León Portilla: “se ingeniaron  para preservar lo que más estimaban: su tradición ancestral, sus valores morales y su lengua” (la Jornada, 2005).

            Sabemos que tampoco se le llamó “flor y canto” (y luego poesía indígena) por que está escrita en alguna lengua precolombina (de esto ya se ha quejado más recientemente Humberto Ak´abal), ni por que tengan una  métrica y rima particular –si es que se les  puede llamar así-,  en cambio sí por que en los cantares (“versos”) se muestra el alto (complejo, sofisticado, “estético”, artístico.) desarrollo intelectual que alcanzó el Hombre precolombino en el intento por comprender e interpretar y acceder a la “naturaleza” que lo rodea, con la que ser relaciona.

            Quizá en los intentos por adecuar o distinguir  un acto creativo primigenio/originario de otros más contemporáneos, los sudamericanos han  entrado a la palestra  “clasificatoria” al distinguir tipos de poesía que se desprenderían de la que en México sólo conocemos como “poesía indígena”, “poesía en lengua indígena”.

 3

El frágil pero bien estructurado equilibrio (los ciclos)  que amalgama las comunidades indígenas a  través de los siglos y milenios, está en función de la permanencia (homeostásis) de la naturaleza que los rodea, los cambios acelerados en el último siglo, ciertamente transformaron las distintas dinámicas de esos pueblos, grupos o comunidades. La migración generó adaptaciones, que evidencian transformación en la cosmovisión o cosmogonía indígena  actual, pero no una asimilación positiva de las nuevas experiencias.

            Desde los primeros años (50´-60´) en que se continuó la hegemonía mundial (imperialismo intelectual) a través del Programa de las Naciones Unidas  para el Desarrollo (PNUD), los países se volcaron en un aparente reconocimiento de los pueblos, comunidades indígenas.  Lo cual incluye la recuperación de su lengua –docentes con lengua nativa-, medicina y más recientemente sus atavíos, música, danza. Me tocó saber, de primera mano, sobre docentes maestras que no pudieron dar clases en universidades “indigenistas” por tener la piel más blanca, por no hablar alguna lengua. Tal actitud ayuda a la permanencia de  tal o cual grupo indígena o etnia, también de esa forma el nicho ecológico se mantiene y, en cierta medida, se reestablece el tejido espiritual/psicológico de esas comunidades, aunque no son las mejores formas.

            Consideremos, sin embargo, que no todos los integrantes de esas comunidades indígenas pueden o desean resguardar sus tradiciones, recordemos a los migrantes que  requieren otras formas y medios de comunicación social, el lenguaje materno ya no le es suficiente. Principalmente todo los hijos de éstos migrantes hablan más o prefieren el español.  A estos nuevos vecinos ocasionales se les mira/trata distinto, y por supuesto se les nombra de otras maneras, generalmente peyorativas. En algunas comunidades  de Puebla, Oaxaca o Chiapas las mujeres no pueden casarse con hombres que no sean de alguna etnia vecina, de preferencia de su propia comunidad. Todos estos cambios se ven reflejados en la literatura indígena.

            Los cambios se evidencian en la “poesía indígena”, sobre todo en la poética de los nacidos en los 60´, que a la par se ha convertido en una poesía de la migración[2], del movimiento sí, aunque  forzado y violentado en cantidades industriales tanto que una sola palabra ya no es suficiente y  se populariza  al “inmigrante” o “emigrante”. Se evidencia una poética del sujeto Tele-adolorido. Hiper-melancólico pero por los aviones, autobuses y hasta patinetas. Esas mismas “experiencias o temáticas” podemos encontrar en la “flor y canto”,  con olor/ritmos ancestrales, de inciensos  pero siempre existencial  (“te pareces al revolotear de las aves buscando cielo”). En cambio cuando se introducen “neologismos” siguen siendo cantos –quizá-, si queremos llamarlos así,  pero más derivados de la comida chatarra o los media y luces neón que de la in sochitl, in cuicatl.

            Lo que vemos en la poesía contemporánea nombrada “indígena” son cantos producto de la “cultura pop” llena de flores plásticas y sonidos estereofónicos. Nada que ver con las “Flores y cantos”, respuesta que habría recibido Tecayehuatzin –señor de Huexotzinco- al preguntar (aquí podemos ocupar la expresión como afirmación): "¿Es esto lo único verdadero sobre la tierra?". "al son del caracol/cantar a la fecundidad":  Luz Aurora Chinlle Vacacela (indígena contemporánea, Ecuador)

            Los textos poéticos contemporáneos en lengua indígena  están encaminados al texto de denuncia, reinvindicar relaciones con sus parientes étnicos, las “maravillas” –positivas o negativas- citadinas, etc., quedando a la vera  aquellos elementos primigenios. (“y se sueña en una calle de Dakar /teje’ myabaxäbya’ Dakar’pä kubgu’y”…. “ y sabe que Mahoma no le perdonará”, Mikea Sánchez.).

            Las distinciones que se hacen en A. del Sur  a ésta clase de poesía/literatura, se alejan del “mote” de lo puramente “indígena”, y no por eso dejan su estatus de indígena. Para nombrar su nueva personalidad y realidad los integrantes de estas tendencias poéticas o movimientos literarios, de América del Sur, retoman elementos de la antropología social, invirtiendo el rol, pasan de ser los observados a quienes observan. Además, dejan la mirada “ingenua” (orgánica) propia de nuestros tlamatinime, retomando la crítica académica, con elementos de la escuela de Frankfurt.

            Quizá en ese intento por esclarecer y establecer su nueva situación/realidad los neologismos que esos grupos literarios utilizan hacen más “efectiva”, diáfana u “honestas” esas nuevas poéticas del sur que podemos encontrar bajo las siguientes expresiones: “poesía etn-ocultural”, “poesía etno-cultural indígena”, “poesía etno-cultural colonial”, etc.

            En México,  es difícil encontrar indicios sobre algún tipo de discusión relacionada con la “poesía indígena” más allá de los lugares súper-especializados. Aún las revistas “especializadas” en “poesía indígena” no se percibe/lee rasgo alguno de autoanálisis, ya no digamos autocrítica. Un ejemplo actual fue la revista Iguana Azul, la cual dedicó algunos números específicamente al tema de la poesía indígena, amen de que en cada número destinaron un espacio a esa categoría poética, sin embargo en ninguno de los números encontramos el texto donde se analice o ponga en algún juicio el quehacer del escritor o poeta indígena. Algo si queda claro en un texto de Iguana Azul, escrito por zapoteco Macario Matus (“Los retos de la literatura indígena o los restos de la literatura indígena”, núm. 5, 2008), que la literatura indígena sólo se ha de salvar si se guarda o prevalece lo que ya desde tiempos ancestrales se ha cuidado; dice Matus: “…conocía, a través de los sabios, la riqueza natural, pluvial y marina... Los zapotecas, apoyados por la agreste zona, el amor a sus dioses defensores de su autonomía para gobernarse a través de su propia nobleza y sus gobernados… y remata “Continuamos relatando lo que fuimos, somos y seremos”. En el texto no se deja en claro la posición de La poesía, sino del devenir de las comunidades indígenas y la necesidad de resguardar lo propio/originario.

            En nuestro país, y en otros de América del Sur, existen infinidad de poetas que recuperan, establecen o continúan los diálogos comunitarios (en su comunidad),  a través de otros formatos, leguajes y palabras, pero su quehacer está mas cercano a la Escuela de Bellas Artes o la Facultad de Filosofía, por lo que impregnada de un nuevo positivismo (hablamos del curriculum) su quehacer está claramente identificado  y se nombra “arte” y bajo ese eslogan  se promueve y es comprado, vendido o subvencionado como todo arte contemporáneo, que en gran parte resulta “arte pop”.

            Este tipo de poesía y/o literatura, al no estar  originadas o motivadas en la “flor y canto”, siguen el devenir posmoderno, es decir un  ejercicio u oficio poético desde la “polis”  y la “etnia”, y menos del pueblo o comunalidad, por más que se viva en una comunidad no urbana. Los distintos elementos o  componentes de la poesía que se hace llamar “poesía indígena” guardan cercanía  a los elementos de la “cultura pop” y se alejan de algún nicho ecológico a la que toda poesía indígena está nucleada.

            En tanto la poesía de muchos, gran parte, escritores en lengua indígena contienen esos 2 elementos (etno y pop), bien podría llamársele poesía “etno-pop” y dejar aquella acepción, “poesía indígena”, para los “versos y sonidos” que están relacionados a la “flor y canto” ancestral.

            ¿Podríamos aceptar que, como el glifo prehispánico, las palabras que componen el “verso” indígena primigenio están plagadas de efectos y elementos sígnicos, ecos polisemias, que guardan más relación con aspectos místicos, cotidianos aunque “trascendentales”, eventos o fenómenos naturales como maravillosos,  lo contrario de poesía etno-pop?

            Otr@s  escritor@s que podemos considerar poetas “etno-pop”: a Mikeas Sánchez, Irma Pineda, Rocío González, Mardonio Carballo, Natalia Toledo.

            Otr@s poetas que guardan la tradición tlamatinime: Natalio Hernández, Enriqueta Lunez, Celerina Sánchez, Juan Gregorio Regino.



[1] ¿“Intelectual orgánico”, quizá?

[2] Por no mencionar la poesía pos-revolucionaria que estaba encaminada a la reconstrucción de la patria, me acompañan a un recorrido a la poesía escolar: Niños Héroes, Miguel HIidalgo, etc. ¿Cómo que no se antoja, verdad?

 Apuntes para el concepto: Metaprovincia
(1814-2014)

"...el capitalismo nacional produjo una urbanización
equilibrada que la penetración del capital extranjero pervirtió".
Singer  1975
 
"En Italia, Coca-Cola es italiana."
Mattelart (1981)
¿qué ocurre… con la transformación de la arquitectura,
de ese espacio doméstico…la proximidad cotidiana
 el intervalo  de… habitaciones… la  disposición del edificio..."
Virilio, 1997
"¿Dónde acaba una ciudad y comienza otra? Los límites son
puramente administrativos y artificiales y no tienen ningún
sentido geográfico, simbólico o político"
    Cacciari, 2010


Si decimos provincia estamos hablando de un  “fantasma”, esa figura (“escena”) psicoanalítica que nos aproxima, “fallidamente”, a aquello de lo que nos alejamos.  Y es que el término Provincia, en México, hace dos siglos (1814) perdió su realidad  jurídica y Colonial, sobre todo su Real Constitucional, sin embargo el concepto –su aspecto subjetivo- se ha impuesto en el imaginario  y la cotidianidad  mexicana como un lastre identitario. En ese transcurso, los  que se benefician  con las connotaciones del fantasma provincia no son precisamente aquellos  en quienes, además se promueve el centralismo y la dependencia.

            En tanto  fantasma  que estructura la realidad social (fantasía ideológica) mientras México propone su Independencia,  la Provincia se torna: añoranza por el vínculo (ligazón) peninsular, medio para el escarnio/sometimiento (provincianismo), o Ideología de la democracia provincial (des-centralismo ochentero). En todo caso, un desplazamiento del Amo se vislumbra o infiere en las implicaciones de la expresión provincia que, desde la segunda década del siglo de las luces, comienza a utilizarse en México.

            Nuestro país deja de ser Provincia e inician, construyen o establecen otros imaginarios (ideología) sobre la provincia, que  si bien siguen la fórmula del amo, ahora fijará la dinámica torno un “centralismo liberal”, del tipo Latino Americano. Recordemos a ese personaje del cine mexicano de época, sentado en el parque o la sobremesa, platicando a sus entusiasmados escuchas las historias de tiempos mejores relacionados con la “madre patria” o sus vivencias en la “Capital del país”. Se aprecia que en casos poscoloniales “una comunidad de amos sería imposible”, como necesaria la presencia del amo, ya que su dialéctica (la dialéctica del amo), el deseo inconsciente por el sometimiento (las ganancias secundarias) que se observa en lo provinciano es estructural, inmanente y cuya dinámica no corresponde a lo preestablecido ni a la cultura actual. Pero que el Rig Veda ya había fechado cualquier cantidad de milenios atrás.

            En la transición colonial los elementos constitutivos que hacen de la provincia la representación del amo, quedaron intactos –cualquiera que éstos fueran-, el término Provincia se mantuvo, de muchas formas, vigente. Esa “energía”  (“nudo sintomático”) desconocida que hace inaprensible o incomprensible lo real del término, reafirma su calidad de imposible, impenetrable, arcano, como si nos indicara que siempre hay algo más que queda fuera en ese momento (recordemos el ejemplo del prisma: un prisma delante de nosotros, nunca podrá ser visto en su totalidad, un lado siempre queda fuera de la mirada), para volver más tarde.

            Años más tarde, ese más allá, que guarda toda relación “amo-esclavo”, forzan la dinámica del término provincia a tomar otras caras, sentidos, rumbos, matices, máscaras, mientras la identidad del pueblo mexicano se re-configura. El estereotipo provinciano por excelencia de aquellas épocas es don “Susanito” (magistralmente representado por Joaquín Pardavé y la dinastía Soler) o del tipo “las hermanitas Vivanco”; le siguen  Pedro Infante, Piporro, la oleada sesentera en la generación-reproducción  de imaginarios estigmatizantes sobre la provincia y lo provinciano.

            En perspectiva se ve que, cuando la Nación mexicana se libera del yugo español  ahí, desde la primera temporada del suceso, se establece la fantasía (el fantasma) llamada provincia. Ya que es una fantasía,  la situación está dotada de  suficiente “energía libidinal”, que la hace constante, eterno retorno, o una suerte de “fijación”.

            Vamos reuniendo las hebras que trenzan ese  nudo fantasmal (“nudo sintomático” llamado provincia), cuyos hilos podemos clasificar en las parcelas de la identidad-subjetividad. Aunque a la vez vislumbramos que los hilos de ese nudo provienen de variadas direcciones. Esa realidad que se ha generado en torno a la provincia tiene inesperadas consistencias y materiales, que a primera vista pueden parecer chocantes, opuestos, contradictorios. Pero si nos alejamos un poco pareciera que, en tanto “fantasía social”, la escena está condensada y oculta su ganancia, lo que nos ayuda, aproxima, a comprender por qué en los momentos en que América Latina lucha por (re)agruparse e  “independizarse” de los grande mercados y potencias, mientras lees esto (2014), países como Chile o Argentina emplean el término Provincia no solo de manera legal/formal, además: Constitucional.

            En la Constitución de Apatzingán, como ocurre en Chile y Argentina hoy día,  Provincia se emplea en el sentido guardado por la Constitución de Cádiz hacia  1812, que a la sazón es una máscara neocolonial-ecoadministrativa a pesar de que, con la implementación de la Constitución de Cádiz, España expandía su último macro-estertor Colonial. Se desprende de los documentos que las reminiscencias......



       .....Otro hecho palmario nos allana  el camino hacia el rol que jugaron los media en la construcción del sujeto provinciano. La siguiente situación que se reproduce, al punto de cliché,  funcionará como ejemplo del profundo grado de penetración que este sistema de medios ha logrado entre el visionado. El maridaje “sal - limón - tequila”  se establece por las películas del tipo “Charros contra Gangsters” de Juan Orol, y no  por la costumbre comunitaria, también pagana, de consumir algo fresco  con la endiablada bebida, que más bien se supone habría de ser jícama, toronja, alguna fruta refrescante o cacahuates, si era de noche. Alberto Bandura con su propuesta del aprendizaje vicario, tendría algo que agregar a este particular.

            Más situaciones se anexan y ayudan a trenzar los hilos de provincia-provinciano, pues ello es necesario para la implementación de los nuevos ordenamientos económicos, pero también por que, a largo plazo tampoco los media hubieran podido contener esa necesidad “del, o en el” mexicano por lo provincial.  Esas situaciones que comienzan a atraer inversiones a los estados están relacionadas con el hecho de que la provincia también se entiende como territorio de layes laxas, de predios y normatividades económicas. Impuestos soslayables y burócratas sin escrúpulos. Las trasnacionales se consolidan en los territorios de la federación.           

            Los media hicieron su labor y la aceleración de la industria toma la estafeta en medio del parte aguas social que ocasiona la explosión demográfica en la segunda mitad del siglo XX, la cual no fue contemplada por los gobiernos federales o estatales, todavía más preocupados en la “Reforma Agraria” (procesos primarios), que en administrar el incipiente caos generado en  la vida urbana de las capitales estatales, las cuales comenzaban a ser territorio de los “procesos secundarios”. Aunque si bien estos procesos de manufacturación  han llevado a México a la compleja y controvertida situación que hoy día padecemos tanto como disfrutamos. 

            (El cliché del “goce”, imposible de ser percibido por personas enajenadas con su propio goce, nos lo da el retrato del niño de la calle –éste a su vez, evidencia las contradicciones- que disfruta una golosina/fruta/juguete/droga “cualquiera”, en medio de su paupérrimo horizonte. La escena resulta conmovedora por  gozosa. Si no es posible o no se “gusta” deambular como flaneur en las calles de la ciudad, territorio de altos contrastes sociales -clase media↑ vs pobreza extrema- y  también lugar de  profundos contrastes del goce, es posible volver la experiencia, sólo retiniana, a ese “surrealismo social” mediante el cine. Lo registran magistralmente, entre ellos Kurosawa o Vittorio d Sica ( Ladrones de Bicicletas), L. Buñuel [5], Luis Alcoriza, Felipe Cazals, Juan Orol. Vemos en esas escenas  los contrastes del bienestar,  relacionados con los ajustes-desajustes, provocados por la apretada vida al extenderse las ciudades.)

            Las inversiones extranjeras inundan-transgreden la geografía nacional y local con variadas intenciones, siguiendo la tradición de anteponer la inversión  industrial, por más artesanal que sea, a la tradición y “el costumbre”. Agreguemos la ilusión de un “nuevo federalismo”. Situaciones de esta envergadura rondaron la otrora Provincia mexicana, que si bien toma forma-transforma-expande y disemina en los últimos 160 años, el proceso de crecimiento en aquellos siglos se produce de manera más o menos “moderada” y quizá hasta orgánica. Con la llegada del capital extranjero a las “ciudades-Estado” (ancestrales), ciudad capital, ciudad distrito, que habían sido relegadas por su carente infraestructura, hace no más de 40 años, inician su alocada expansión industrial, por más mediana industria que sea, es más probable que su compromiso con el entorno sea nulo.

            Más gente migrando a las ciudades implica más empresas para satisfacer las necesidades vitales y secundarias. En el territorio nacional las plantas de manufacturación y fábricas con nueva tecnología, así como las grandes unidades habitacionales brotan como “eucaliptos”. En Oaxaca es el tiempo del INFONAVIT, FOVISSTE, IVO* y  de los créditos hipotecarios. Las principales ciudades al interior del país, por antonomasia  capitales de los Estados -municipios o distritos[6]-, inician su expansión a niveles o ritmos poblaciones no contemplados y por ende, para esos tiempos, fuera de toda urbanización realista. Los paliativos aumentan. Se concesionan rutas de transporte urbano, los taxis ya no son suficientes y los permisos, más supeditados a vaivenes políticos, son problema y no solución. En la zona conurbada conformada por otros municipios, parroquias, comunidades  llena de baldíos intermedios, que implica el perímetro de la capital oaxaqueña,  se establecen industrias refresqueras, los  deshuesaderos automotrices, centros deportivos y demás tipo de esparcimiento, estaciones de gas metano, madererías, constructoras, purificadoras de Agua, Rastros.

            En la década en que el equipo de futbol “América” obtiene más campeonatos, los 80´, la sombra del nuevo federalismo implica  mayor autonomía –mayores recursos- a los municipios de los Estados. Aumentan  los mitos: Fábricas y Hospitales fantasma. El ratón loco. Carreteras a ninguna parte. Puentes sin río pululan. Lastres como mitemas. Sin embargo son lastres que guardan más relación con las personas que con la  democracia per sé. Aún así, la infraestructura comunicacional en el país se extiende y se da la transformación  “industrial” de la orografía local. Las ingenierías cambian la geografía (presas, caminos, puentes) a la par que la arquitectura muda la apariencia de las ciudades en el sentido que describe Subirats (1997), siguiendo a Le Corbusier: “…como un espacio industrialmente producido para una existencia humana programáticamente definida como producción y reproducción de la fuerza de trabajo”.

            De igual manera, la nueva ciudad se prepara para recibir las oleadas migratorias que desde aquellas décadas no cesan. Si es nueva ciudad o no, puede estar en entredicho, lo que es tangible son sus cambios y transformaciones  y, en esta parcela sí, el sentir común guarda primacía: “la ciudad ya no es como antes. Antes era… había más árboles. Los perros se amarraban con chorizo”.

            El crecimiento poblacional en los Estados obliga a hacer de la planificación familiar proyecto nacional, finalizan los años 80´ y la contaminación ambiental, la falta de vivienda digna, la salud,  ya no son problemas particulares de las grandes urbes. En Oaxaca se reaviva la industria del mezcal.

            Después de los 80 ya es tarde. Las inmensas porciones de tierra (baldíos intermedios) que implicaba la periferia de las ciudades mexicanas junto con municipios aledaños y  colonias satélites se han trazado. Se van acumulando los fraccionamientos o colonias habitacionales, tan reguladas en su expansión como el tintineo que un puño de monedas hacen al llenar el cochinito del ahorro. Lo que pareciera un comportamiento rizomático no lo es. La  mancha urbana se ha extendido sin más lógica que la del negocio, convirtiendo la periferia “provinciana” en “Centro”, excéntrico, de otro tipo de negocios cuyo potencial económico lo hacen permanente y “viable”.   Se teje una especie de red intermunicipal-capital que prepara lo que en los 90´y el nuevo milenio determina el “nudo sintomático” de muchas provincias mexicanas: “poderosas distracciones” para la ciudad que se enhebran entre el ajuste-desajustes-desbarajustes social y el “desarrollo” (industria-vialidades-ocio). Las drogas terminan por encajar en esos “baldíos” legales y sociales en que brotan, reconstruyen o resurgen las ciudades maquiladoras, ciudades mano de obra, ciudades alojamiento, ciudades ilusión, ciudades administrativas. Tan bien sugeridas a través del incipiente “nuevo cine” mexicano por Luis Estrada, Laura Esquivel, Nicolás Echeverría, Carlos Reygadas , donde  delatan  un tardomodernismo  como anatema o imposible.

            Como toda sociedad tardomoderna la fantasía se enmascara, en el primer lustro de la década de los 90´, en México, en tanto “ente” se percibe a la provincia  transustancializada. Ora se le encuentra como elemento estigmatizante (quítate el sombrero, no seas ranchero) y del folclor (manufacturas)[7], ora como dinámica asimétrica ante lo cosmopolita y moderno (brechas en la salud, alfabetismo, comunicaciones, digital).  En Oaxaca es tiempo de hablar, pero sobre todo construir otras vías, rutas y caminos para los tránsitos de personas, autos y bicicletas, en tanto las Avenidas primarias, las arterias secundarias, las calles o los andadores que existen no dan fluidez a los nuevos ritmos de la ciudad conglomerada en que se han convertido la ciudad capital,  la ciudad-municipios, ciudad-distrito.

            Cantidad de burócratas regresan a sus Estados, jubilados y/o con ganas de integrarse y apostarle a la dinámica provincial. Las descentralizaciones se ponen en marcha, el nuevo federalismo está a todo lo que da. Las instituciones se tardomodernizan, los cambios se evidencian en la política y la arquitectura. En la ciudad de Oaxaca el antiguo IFE, estrena un flamante edificio. Se traza un “libramiento norte” que es abandonado por presiones de grupos ecologistas y vecinos  de varios municipios  periféricos, algunos conurbados, que hoy día son parte de la ciudad. Es tiempo de los últimos burros derrapando en el asfalto cargados de carrizos, alfalfa,  comales, guajes, o su jinete. La súper carretera, epítome de la tardomodernidad (ingeniería política), que conecta la ciudad que gobernó Benito Juárez con el resto del país,  a la vez evidencia el centralismo –estamos comunicados  con  la capital-, da luz a la incipiente actividad turística de impacto industrial. Aunque Oaxaca siempre fue “turisteable”, ancestralmente hablando, sólo hasta la creación del Huatulco por SEDETUr, Oaxaca conoció los estragos del “gran turismo”.

            Diferentes formas de administración pública son la moda, están enfocadas a los Estados y más tarde a los municipios. Como se sabe, como ocurrió, sólo en teoría (en un sentido etnocentrista) las administraciones tienen otras intensiones y deseaban intervenir los nichos ecológicos de manera más “amigable”, aunque ciertamente las semillas se sembraron. Como sea, proliferan los programas gubernamentales y Asociaciones civiles que promueven de manera “estructural” la educación, la infraestructura, la ecología y nuevas tecnologías (1ª, 2ª, 3ª, 4ª Estrategia Internacional del Desarrollo para el  Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo", 1960-1990). México no es la excepción, en el interior de la República la transformación de los Estados se hace evidente.

            Estos cambios acaecidos en un tiempo muy corto, tan sólo en los últimos 30 ó 40 años,  finalmente han modificado la dinámica social, geográfica, política, arquitectónica en el territorio de las capitales estatales. Gran parte de las ciudades[8] mexicanas comienzan a padecer esos cambios, sumemos también ahora lo.::.......


-----El crecimiento, y políticas públicas insensibles –, de las ciudades  llega a tal punto que se han trastocado, o anulado, los viejos  símbolos (ahora convertido en afiches) que antaño generaban o preestablecían arraigo entre los habitantes. En ese proceso de absorción  el Estado, perversamente, se ha encargado de transformar los símbolos históricos locales, primero arquitectónicamente y luego en lo espiritual-psicológico pináculo de las identidades.

            Se absorben y unen a la plasta de concreto municipios aledaños y demás territorios conurbados, cinturones de miserias, basureros que se establecieron o ya existían en el perímetro. La ciudad-distrito, ciudad-municipio, ciudad-capital, ciudad trasiego, es ahora ciudad aglomerada un espacio o territorio citadino indiferenciado, donde las juventudes no encuentran definición ni identidad, ya no se reconoce el lugar de nacimiento. Esta situación  indica el desarraigo a que se ha llegado y  fractal de lo que ocurre en la metrópoli. La provincia y lo provinciano ya no puede ser comprendido bajo antiguos sortilegios y mitemas. Tampoco los mitos que los nuevos colonizantes -sean los grandes bloques (G-8), o grupos (100 super millonarios), o transnacionales-,   intentan imponer, tienen logros perdurables o estructurales. La dependencia española fue desplazada por el Federalismo estadounidense y, por lo tanto nuestra dependencia, la figura del amo, hacia esa dirección.

            A este conglomerado de concreto-asfalto-personas-territorios-industrias,  que ha dejado entrever su real desde la Colonia, y donde hoy día la biopolítica y pospolítica han tomado su lugar, bien podemos nombrar: Metaprovincia. Una ciudad  territorio de territorios, ciudad-municipios, ciudad aglomerada porque absorbió y fagocita la zona conurbada y municipalidades a su al rededor, desapareciendo límites legales o imaginarios (la periferia desaparece, ahora es anillo periférico excéntrico), pero sobre todo culturales, sociales, emocionales en las  comunidades  que la circundaban, al grado de que el nicho ecológico municipal está amenazado por lo más residual de “ la contemporánea cultura electrónica”.




[1] Otra situación que llama la atención, es que en su momento la constitución de Cádiz  no se aplicó en las provincias Argentinas y de otro países sudamericanos, que hoy día continúan utilizando el concepto en términos constitucionales.

[2] Pensemos alguna película de época del “cine de oro” mexicano, sin dificultad encontraremos situaciones donde el uso de lo provinciano y de provincia va de lo campirano a lo ingenuo, de la falta de servicios a la insalubridad. De lo bondadoso a lo siniestro. Lo provincial contrasta en casi todo, con el habitante citadino, tanto en lo moral como en lo material.              

[3] Es difícil no encontrar época alguna donde la añoranza por la matria o patria se traduce en comentarios sobre los buenos tiempos pasados, aunque nunca en tanta proporción ni con tanta desesperanza como hoy día.

[4]  Retroceder nos haría llegar  a las pinturas rupestres repartidas por toda A.L. primeros vestigios tangibles de la subjetividad humana.

[5] Huelga mencionar algún detalle del cine actual (Oscar, Ariel, Goya, Cannes),  piensen alguna película seguro que juegan con ese tipo de “ambientes emocionales”.

[6] Para estos tiempos las demarcaciones políticas tienen más sentido, pues según su rango serán la autonomía conque maneje todas sus recursos y  políticas sociales, es decir cómo el partido en alguno de los poderes  ha de ganar adeptos, posibles votantes.

[7] Como se sabe ahí están implicadas físicas y metafísicas, por lo que se trata de cuestiones subjetivas pero también territoriales, o domésticos entre los que se encuentran infinidad de adminículos y demás manufacturaciones.

[8] Recordemos que para la revolución mexicana ya existían jurídica y Constitucionalmente ciudades en todo el territorio mexicano así ya se habla de Ciudad Ixtepec, Ciudad de Tlaxiaco, Ciudad Cerdán. 



          Apuntes bibliográficos


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              “Bienvenidos a

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